Cuenta la historia que el Grä Ador fué el creador de todo lo que existe y estaba conforme con su creación... Mucho tiempo paso hasta que entre los seres que vivían en su universo comenzaran a crecer sentimiento viles que pronto desataron la guerra más terrible que el universo alguna vez haya vivido.

Cuenta también que intentando reinstaurar la paz perdida, el creador se hizo creado 7 veces y siete veces fué rechazado. Decidido a ayudar a sus creaciones se vió obligado a dividir el universo en siete dimensiones diferentes. En cada una de ellas colocó a aquellos seres hermanados por el grado de bondad o maldad que habitaba en sus almas...

Así fueron creadas las 7 dimensiones:
Espirven, Magijall, Bosquín, Realdan, Decadunoll, Degenmon y Hellmon.

Eligió Espirven para vivir con aquellos seres elevados por su pureza de espíritu. Encerró en Hellmon al ser más despiadado de todo el universo. Y determinó que Realdan fuera la frontera entre las fuerzas del bien y las del mal...

Realdan es el universo de la Realidad, el mundo donde vivimos, la tierra donde el bien y el mal luchan desde la gran división y hasta el fin de los tiempos...

Depende de todos nosotros que en este universo predomine la paz, la justicia y la igualdad...



lunes, 19 de enero de 2009

El origen del tiempo


El Génesis


Al principio de los tiempos nada existía…, nada salvo él, el único ser que habitaba el universo. Un ser todo poderoso, indestructible e inmortal. Él fue quién creó todo lo que vive, todo lo que existe, y rige todo lo que pasa.

El fue el creador del espacio y las estrellas. Fue él quién creó los planetas que giran alrededor del los millones de soles y quién determinó como serían las reglas que rigen el movimiento y la duración de los ciclos.
También fue él quién, como un escultor que cincela la roca amorfa hasta darle vida, modeló la superficie de todos los planetas, creando grandes montañas, profundas gargantas y suaves valles. Fue él quién, con sus lágrimas, formó enormes océanos y con su aliento, la suave brisa de la primavera.
No fue fácil hacerlo, pero nada es imposible para aquel que todo lo puede. Una vez que hubo terminado, crearía los infinitos seres que poblarían esos magníficos mundos.

Para esto, primero creó un regimiento de colaboradores que le ayudarían: “Los Angelines”. Éstos fueron creados a su imagen y casi con su propia perfección.
Creó entonces los seres que habitarían en los océanos y en las profundidades insondables, creó aquellos que cruzarían el cielo volando y también aquellos que vivirían arrastrándose por el suelo. Todos eran importantes y tenían un trascendental papel para jugar en su creación. Luego creó los seres que vivirían bajo tierra y aquellos que correrían sobre ésta. Cada uno con cualidades diferentes. Aquellos que podrían volar y aquellos que podrían nadar, a los que podrían correr velozmente y a los que se desplazarían lentamente. Todos tenían su lugar y su objetivo en su creación.
Creó el reino mineral y el reino químico, el reino inorgánico y el vegetal. También creó el reino animal... Una vez finalizada hasta su última creación Él les hizo su primer y más importante regalo: la vida. Y con éstos pobló las tierras, los mares y el cielo. Y lo hizo en cuantos planetas él determinó. De esta manera todo el universo quedó poblado por distintos seres y criaturas de los distintos reinos de una forma justa y equilibrada.
Luego, en cada uno de estos cinco reinos, a una raza, Responsables de su especie nombró. Por la especie mineral, nombró a los Diamantinos, y Responsables de la raza química resultaron los Hidronios. Los Roblentes fueron nombrados Responsables del mundo vegetal y los Barrosos por el reino inorgánico. A los Hombres nombró Responsables del reino Animal.
Juntó a los cinco representantes de cada raza Responsable y el segundo gran regalo les otorgó: La libertad. A partir de entonces cada individuo de cada raza sería capaz de tomar sus propias decisiones, ser artífice de su propio destino. Sería responsable de sus actos… y a partir de entonces su creación cobraría vida propia. Nombró a sus queridos Angelines como los veladores de sus creaciones. Deberían velar por ellos pero sin interferir, sin contravenir el segundo de sus regalos, la libertad. Incluso él mismo se prohibió intervenir en el quehacer de sus creaciones. ¿Qué valor tendría un regalo si luego no se les permite usarlo en todo su alcance?
Les dio inteligencia y les enseñó el valor del amor, de la amistad y la justicia, de la generosidad y la rectitud…, y luego sí, los dejó vivir su libertad satisfecho y orgulloso del fruto de su creación.
Tiempos de felicidad se vivieron entonces en todo el universo. Las razas vivían en paz y en armonía… Pero no todo era tan perfecto… Bel el más querido de sus Angelines sintió envidia de las creaciones de su creador. Las sentía inferiores y no entendía el porqué de todos los cuidados y bendiciones que el creador había tenido para con ellas. No comprendía porqué él, un ser indudablemente superior, tenía como función de su existir, el cuidar de ellos. Y sintió envidia… Y este sentimiento miserable comenzó a germinar en él y a engendrar otros aún peores: rencor, desprecio y odio.
Entonces traicionó a su creador y a su propia esencia y complotó contra él. Sedujo a uno de los representantes de una de las razas regentes y sembró en su espíritu la codicia y las ansias de poder. Estos sentimientos nuevos florecieron rápidamente engendrando otros más: la ambición, la avaricia, el egoísmo… Y entonces la raza Responsable se creyó más que las demás y pensó que debía someterlas a su voluntad.
Empezó entonces la primer época oscura del universo, y guerras intestinas comenzaron a extenderse por todos los rincones como una enfermedad contagiosa, como el herrumbre que se come al metal.
Las distintas razas peleaban entre sí, los distintos reinos luchaban por la supremacía, e incluso, dentro mismo de cada raza se peleaba: hermanos contra hermanos e hijos contra padres. El caos pronto dominó y todo tipo de excesos y vejaciones ocurrió. Alianzas y traiciones estaban a la orden del día y ya nadie podía confiar en nadie. Los conocimientos otorgados, la inteligencia adquirida fueron usadas para dominar al más débil en provecho propio. La ciencia se puso a la orden de la guerra y comenzaron a buscar las mejores y más efectivas formas para aniquilar al enemigo. Se perdieron todas las referencias y comenzaron incluso a experimentar con la clonación de guerreros y la manipulación cromosómica.
El equilibrio estaba, definitivamente roto…
De la unión entre el Bell y el Regente disidente, un nuevo ser surgió, mucho más poderoso, mucho más maligno. Llamado a gobernar sobre todas las criaturas y a llevar el mal a todos los rincones del universo. Incluso se decía que había sido engendrado para enfrentar y vencer al creador de todo lo creado.
Al ver en qué se estaba transformando su creación, el creador se sintió triste y decepcionado e intentó hacerles recapacitar y retomar el camino pero no fue escuchado. Para no intervenir de forma directa contraviniendo su propia decisión de respetar la libertad otorgada, lo hizo de forma en que nadie podía reconocerlo; se transformó en una de sus creaciones.
Siete veces intentó encausar a sus creaciones y siete veces fue rechazado. Entonces tomó una decisión. Para acabar con todo aquel caos, dividiría el universo en siete dimensiones diferentes, inconexas y estancas, una por cada vez que fué rechazado, y ubicaría en cada dimensión a aquellos seres cuyo grado de maldad o bondad los igualaba. En la dimensión más baja encerraría al engendro surgido de la unión entre el Angelin y el gobernante de la raza Responsable.
En la siguiente dimensión encerraría a todos aquellos seres que habían cometido las peores atrocidades durante la época oscura, y en la siguiente a aquellos igualmente malignos pero que merecían un destino un poco mejor.
En la dimensión superior construiría su morada y allí viviría con sus Angelines que se habían mantenido fieles, velando por sus creaciones sin interferir con su libertad. En la que le precedía aquellos seres que se habían mantenido justos en los tiempos difíciles y le habían sido fieles. Y en aquella que precedía a ésta, aquellos seres que habiendo actuado rectamente no merecían un destino tan maravilloso como aquellos.
De ésta forma seis dimensiones quedaron formadas: tres ocupadas por seres malignos y tres ocupadas por seres benignos. Separando éstos dos grupos de dimensiones creó una séptima a la que llamó Realdan y en ella puso a aquellos seres que no merecían estar ni en unas ni en otras.
Para que sus Angeliness pudieran ir de una dimensión a otra creó un sistema de portales: Los siete portales y eligió un distante planeta donde los ubicó. Quién tuviera el control de los siete portales podría circular libremente por las siete dimensiones, por lo que su ubicación se mantuvo en el más absoluto de los secretos. Luego de mucho tiempo, la ubicación original del recinto fue encontrada por las fuerzas del mal, y entonces no tuvo más remedio que volver a reubicarlas. Esta vez eligió un sitio distante y desconocido hasta entonces, y las ubicó dentro de un recinto mágico. Desde entonces dicho recinto ha permanecido oculto, y a través de los siglos, incluso el conocimiento de su existencia se fue desvaneciendo de la memoria y su ubicación hoy en día es un verdadero misterio.
Este recinto mágico era conocido como “El Recinto de las Mil Cuevas”, y las fuerzas del mal aún hoy, continúan buscando su ubicación…