Billven caminaba por los angostos y solitarios callejones de El Gresco,
el barrio bajo de Profundis. Por causa de la restricción de energía que se
estaba haciendo, las mayoría de las farolas de las vías públicas se encontraban
apagadas, por lo que reinaba una cierta la oscuridad, cortada solamente por
algunas, ubicadas en las esquinas, y las pocas luces encendidas de algunas
viviendas. En esas condiciones, a Billven le resultaba muy difícil orientarse y
pronto se sintió perdido.
Había decidido ir solo al
ese barrio a investigar un poco y a saludar a su coterráneo, que sabía
frecuentaba aquella taberna, mientras Gol Ank Nut realizaba algunas
averiguaciones. Profundis era una urbe relativamente segura, y si bien estaba
en el sector más peligroso, no consideraba que pudiera correr algún riesgo.
Además, él estaba acostumbrado al peligro y a nada le temía. Pero había quedado
en reunirse en el destacamento de la guardia metropolitana con su amigo
sirenniano más tarde, y ahora, a la luz de la nueva información obtenida, le
urgía hacerlo para tomar medidas urgentes de control, en el puerto de la
ciudad.
Llegar hasta allí no le
sería fácil, el edificio de la guardia se encontraba en otra burbuja secundaria
y se encontraba realmente perdido.
El frío aumentaba la
sensación de desolación que reinaba en las calles. Caminó por un rato, sin
percatarse que era seguido de lejos, por cuatro seres de las profundidades: dos
eran sirennianos, de la casa Russ y los otros dos..., sólo el Gra Ädor sabe a
qué raza pertenecían.
De pronto sintió voces, y se
dirigió hacia allí pero al llegar a la esquina lo que vio, le hizo retroceder y
ocultarse detrás de unos bultos: era el Capitán Nemo hablando con un Pulponio...
La oscuridad le había permitido acercarse sin ser visto, y estaba lo
suficientemente cerca como para escuchar la conversación.
-Tiene que ser esta misma
noche –dijo el cara de tentáculos –y le extendió una bolsa llena de
rubinos.
-Pero...
No pudo seguir escuchando,
un ruido apagado se dejó sentir a sus espaldas..., había algo moviéndose. No
podía ignorarlo, tenía que ir a ver. Caminó sigilosamente, en guardia..., podía
sentir el peligro. Se topó con un montículo de una especie de masa informe, aunque
no podía distinguirlo. Giró rápidamente, alertado por sus instintos afinados en
cientos de batallas, para encontrarse con los dos sironnianos, que ahora con
todos sus terminales de luz corporal encendidos se destacaban perfectamente en
medio de la oscuridad. Los gestos en sus caras y sus miradas, le revelaron que
estaba en real peligro. Se preparó para enfrentarlos, cuando el montículo con
el que se había topado, y que ahora se encontraba a sus espaldas, pareció
cobrar vida creciendo hasta sobrepasar la altura del hombre y se echó sobre él
envolviéndolo por completo hasta hacerlo desaparecer..., como si se lo hubiera
tragado...
La perversa figura se
encontraba frente a la estufa donde unos gruesos leños negros ardían con
fuerza. Parecía que le hablaba a las llamas, que no calentaban el cuerpo pero
quemaban el alma...
-Todo está saliendo según
nuestros planes, Malevosidad Suprema. Pronto todos los elementos estarán
reunidos y sólo quedará esperar el día indicado.
-Nada puede fallar Roggnar,
sabes lo que está en juego. No te perdonaré un fracaso –dijo una voz que salía
de las llamas. Al hablar se formaba en las lenguas de fuego la silueta del
rostro del amo y señor del mal, y cuando dejaba de hablar desaparecía entre
ellas. –Sabes lo que puedes ganar, también lo que puedes perder... No te saqué
del agujero donde estabas para permitirte otro fracaso. Aún puedo enterrarte
mucho más profundo.
-No fallaré, mi Malignidad
Máxima. No volveré a repetir mis errores... –unos fuertes golpes en la pesada
puerta le dieron al hombre una tregua de la intensa conversación.
-¡Adelante! –vociferó.
-Pepermisooo, mi señor
Perverso –dijo el hombre que golpeara la puerta. Era nuevo y había sido
destacado a trabajar para Roggnar, hacía tan sólo unas horas.
-Espero que tus noticias
sean buenas, lacayo... Lo espero por tu bien.
-Eso eso creo, mi...
-¡Habla de una vez!
-Lalalas piedras azuzules,
mi señor. Están en camino hacia aquí.
-Bien, avísame en cuanto
lleguen. Ahora vete.
-Es que...
-¡Que! ¡Qué más!
-Tititienen a Billven.
-¿A Billven? ¡No será esta,
otra falsa noticia, ¿verdad?! ¿Recuerdas lo que le pasó a tu antecesor cuando
vino con la noticia de que los chicos estaban por ser eliminados y después no
fue así?
-Si..., sisisi. Lolo
recuerdo peperfectamente –y quizás nunca lo olvidaría. Roggnar lo había
eliminado en frente de todos, como escarmiento para quienes le fallaban.
–Pepero ya lo verifiqué. Es...tá en manos de unos aliados a nuestra causa en
Profundis...
- ¡Que maravillosa noticia!
Esto no me lo esperaba... Dos golpes en uno. Finalmente el sino parece estar de
nuestra parte. Esto es un buen augurio.
-¿Quequé hacen con él?
-¡Que lo eliminen, lo
destruyan, que lo pulvericen...! No importa lo que hagan, pero que sufra...
¡Ahora vete! –y se acercó nuevamente a la estufa y rió -¡Jajajajaja!
-Aún faltan los muchachos,
Roggnar. Sólo cuando ellos sean eliminados estarás seguro... Sólo entonces
podrás reír...
No fue sinó hasta varias
horas después, que despertó. Le dolía todo el cuerpo. No recordaba muy bien los
últimos acontecimientos pero sí que habían sido traumáticos. Trató de
incorporarse pero una bota en su pecho lo aplastó contra el piso. Era uno de
los sirennianos, detrás de él estaba el otro y los dos extraños seres. Uno era
una especie de masa de alquitrán con forma humanoide pero grotesca y el otro,
una especie de langosta gigante, del tamaño de un caballo.
-Finalmente ha llegado tu
hora, Billven. Y no se me ocurre una muerte peor que ésta –dijo el que lo
pisaba, señalando a sobre su cabeza.
Billven giró y con terror vio que se encontraba al borde del abismo sin
fin...
El abismo sin fin... quizás el lugar más
profundo de los océanos de la tierra. Tanto que ni los propios sirennianos ni
otros seres abisales, se aventuran en sus profundidades. Muchas leyendas se
cuentan de él y de las criaturas que habitan esas increíbles profundidades. Se
dice que atraviesa a la tierra de lado a lado comunicando los dos grandes
océanos, se dice que es la morada de la bestia más maléfica que surcó alguna
vez la superficie de los mares: Leviatán, quién fuera vencido en feroz batalla
por el Dios del mar Godýmar, y confinado en el pozo más profundo de la tierra.
Mucho se dice, nada se sabe y los pocos intrépidos que se aventuraron alguna
vez en sus profundidades, jamás volvieron. Lo único cierto es la existencia de
una extraña corriente que arrastra todo lo que queda a su alcance, dentro del
abismo.
Cuando se construyó El
Gresco, estaba a unos kilómetros del borde del abismo, pero éste avanza sobre
Profundis, a un ritmo lento pero firme, con infinidad de derrumbes y deslaves.
Y había alcanzado ya el extremo sur oeste de ésta burbuja, desfondando una
pequeña superficie del suelo, de aproximadamente trescientos metros cuadrados,
y brindándole a éste barrio de insurgentes un acceso al mismo, desde adentro de
la ciudad.
-Tuvimos que esperar a que
despertaras... ¿De qué sirve dar una horrible muerte si el beneficiario de la
misma no está consciente para sufrirla? –dijo relamiéndose. –Pero el momento ha
llegado...
Antes de que terminara de
hablar, buscando el factor sorpresa, Billven golpeó a su opresor en la
entrepierna para luego sacárselo de arriba, con otro patadón. Enseguida los
otros tres se le fueron al humo. Billven sabía que su única oportunidad era
tomarlos de a uno, jamás podría con los tres al mismo tiempo. Se focalizó
entonces en quién parecía el más accesible: el segundo sirenniano, y mientras
giraba en el aire para evitar ser alcanzado por un chorro de alquitrán que el
ser amorfo le tirara, se agachaba para evitar un golpe de tenaza del
crustáceo-pensante, arremetió contra éste. Utilizando antiguas técnica
orientales aprendidas en un monasterio japonés, luego de girar hacia atrás, le
propinó un feroz golpe con el talón de su pierna derecha, en medio del pecho,
lanzándolo varios metros más atrás. Sin esperar las reacciones de los otros,
como un león hambriento, siguió a su presa y dando vueltas en el aire lo
alcanzó justo cuando se incorporaba. Le propinó entonces una incontable
andanada de golpes en sólo un par de segundos, luego giró dándole la espalda y
enfrentando a los otros dos enemigos, sabiendo que éste, estaba fuera de
combate. Mientras el Sirenniano se desplomada al suelo, Billven arremetió
contra el crustáceo. No es que fuera el más fácil de los dos que quedaban,
pero..., ¿cómo se combate a un montón de alquitrán? Con un salto sobre la
cabeza de la enorme langosta, logró montarse en su lomo y tomando sus dos
antenas intentó dominarla. Pudo sentir su chillido de dolor, eran sus antenas
sensoras, a pesar de tener ojos, este ser parecía recibir mucha información a
través de sus antenas, que resultaron ser muy sensibles. Billven, entonces las
ató entre ellas y se bajó de un salto. La criatura, desorientada iba de aquí
para allá sin poder sincronizar sus movimientos. Era el turno del ser
amorfo..., lo buscó con la mirada pero no lo encontró... ¿Habría huido? No se
percató de que parte del piso se había teñido de negro y que además, él estaba
parado sobre éste. La maleabilidad del ser amorfo le permitía transformarse en
cualquier cosa, incluso para licuarse y formar una delgada capa sobre el suelo.
Tarde notó que el piso se había vuelto pegajoso y que una sustancia negra,
subía rápidamente por sus pies aprisionándolo... ¡Estaba atrapado!
La sustancia alquitranosa se
escurría sobre él que estaba ya, completamente embadurnado y sólo su cabeza
quedaba fuera del ser de alquitrán. Si bien se podía mover y se veían sus
brazos tratando de emerger de la criatura, no había forma de desembarazarse de
él... ¡estaba perdido!
-¡Aguanta amigo! –gritó Gol
Ank Nut al llegar en su ayuda. Traía una especie de pulverizador y con éste
roció, primero la cabeza de su amigo, y a medida que la pastosa criatura se
disolvía con gritos de dolor, el resto
de su cuerpo.
-Es lo que en la tierra se
conoce como diluyente –dijo mientras auxiliaba a su amigo. –En cuanto vi que no
llegabas salí en tu búsqueda, y cuando me enteré de que había un Alquimorfo
rondando, me traje esto por las dudas, es lo único que puede detenerlos –y
continuó rociándolo mientras éste se diluía por completo. Luego volvió a mirar
a Billven que estaba limpiándose los últimos restos de alquitrán.
-¡Cuidado atrás, Billven!
–gritó al ver que a espaldas de su amigo, el primer Sirennio, recuperado se
aprestaba a darle un golpe fatal, con una especie de cimitarra. Billven por
puro reflejo lanzó una patada de coz que alcanzó a su atacante en el estómago y
lo lanzó varios metros, con la mala suerte que cayó al agua y fue atrapado por
la corriente que lo succionaba hacia el fondo del abismo sin fin. “¡Aaaahhhhh,
ayuda!” Alcanzó a gritar antes de ser tragado por el agua. A pesar de que
intentaron rescatarlo, nada pudieron hacer por el desdichado, del terrible fin
que seguramente le esperaba miles de metros más abajo.
-¡Fue Nemo! –dijo Billven
enseguida –él robó las piedras y piensa sacarlas de Profundis en el Nautilus.
-¡Vamos! Corramos al
sub-puerto quizás aún esté allí.
Tras la alocada carrera
llegaron al sub-puerto sólo para constatar que el Nautilus ya había zarpado, y
lo había hecho hacía ya un buen rato. No había forma de saberlo con precisión
ya que la ciudad de Profundis había comenzado a vivir en la penumbra constante
y como los artefactos de medición del tiempo funcionaban con la misma energía,
éstos tampoco funcionaban.
-¡Demasiado tarde! Y no hay
forma de seguirlo, el Nautilus es el vehículo submarino más rápido que existe.
Una vez en el templo,
reunidos con los notables de la ciudad, Billven y Gol Ank Nut explicaron lo que
habían descubierto.
-Está claro que el Capitán
Nemo robó las piedras. Tiene la tecnología como para burlar cualquier sistema
de seguridad y como para descubrir los antiquísimos túneles que comunican con
el gran estanque. Acaba de zarpar con su submarino llevándose las piedras de
Profundis –dijo el humano. –En el mundo submarino, estas extrañas rocas sólo
tienen valor para los Sirennianos, en la producción de energía. Hasta dónde
sabemos, es la única raza que produce su energía de esta forma y que por lo
tanto ha desarrollado una tecnología específica como para hacerlo...
-El asunto entonces es saber
por encargo de quién, este malhechor, se robó las piedras –se preguntó el
soberano.
-¿Cómo por quién? Está claro
que San Gui Nut está detrás de todo esto –acusó Ta Bar Nut, líder de la Casa
Kwal. –Nemo trabaja para él y es sabido que quiere tomar el poder de Profundis.
Una crisis como ésta puede provocar una revolución y quién tenga las piedras
puede reclamar el poder para sí.
-No..., yo no tengo..., nada
que ver –se defendió titubeando, el líder de la Casa Phara. Estaba muy
comprometido y todo lo señalaba a él y su casta. Sin embargo fue Tal Pal Nut,
quién lo auxilió en medio de los murmullos y las acusaciones.
-¡Calma..., calma!
¡sirennios del consejo, tengan calma! El hecho de que los Phara quieran el
poder no los hace culpables..., ya que las otras castas también lo ansían desde
hace el mismo tiempo, o quizás más.
–¡Eso! –se le escuchó decir
a San Gui Nut.
-Tahl, Phara, Kwal
–prosiguió Tal Pal Nut –cualquiera de éstas Casas desea el poder desde la fundación
misma de nuestra civilización, por lo tanto si el fin es desestabilizar el
gobierno, todas son sospechosas –y ante la nueva oleada de murmullos, insulto y
pedidos de retractación, volvió a pedir calma. –Por el momento creemos que
ninguna Casa está detrás del robo, y si bien Billven fue atacado por elementos
de la Casa Russ, pensamos que Reh Vol Nut tampoco tiene que ver en este asunto.
-Por lo que veo, no tienen
muchas pistas –dijo ahora San Gui Nut, recuperando el valor.
-Sabemos poco, es cierto. Pero
creemos que el Capitán Nemo actuó sólo o bien por encargo de algún ser de la
superficie. Parece ser que nuestras piedras azules tienen un valor que
desconocíamos, en el mundo oxigenado. El hecho de que hayan sacado las piedras
de Profundis no hace más que apuntalar esta teoría. Ningún sirenniano en sus
cabales lo haría sabiendo que luego, con toda la conmoción causada, volver a
ingresarlas a la ciudad resultaría quizás, más difícil que haberlas sacado, con
todos los dispositivos de seguridad y control que se establecerían.
-¡Entonces estamos perdidos!
–exclamó La Call Nut, líder de la Casa Tall –Sólo quedan alrededor de treinta
días más de reserva..., y eso si sólo producimos oxígeno. Encontrarlas en
Profundis ya era una tarea difícil, hacerlo fuera de él, imposible.
-Nada es imposible, La Call
–dijo Gol Ank Nut-. Usted debería saberlo, pero no será sencillo, es cierto. Ya
hemos salido a rastrear el rumbo que tomó el Nautilus, un submarino como ése,
no pasa desapercibido y ya estamos recibiendo información: el último dato lo
ubica cerca de las costas de Madagascar y yendo hacia el oeste. Una vez en
tierra, Billven intentará encontrar, recuperar y traer de vuelta las piedras,
yo le ayudaré aunque aún tengo que resolver cómo hacerme pasar por humano. Un ser
como nosotros, aunque sin cola fuera del agua, llamaría mucho la atención en el
mundo oxigenado.