Bueno..., finalmente pudimos atrapar a la Arácnodum y créanme, no fue nada fácil. Volvimos a encerrarla en su prisión, dentro del Recinto de las Mil Cuevas, que obviamente ya había sido previamente reparado por los Topitops.
Así que, más tranquilo puedo seguir relatándoles lo que pasó en el Bosque Oscuro de Stonehenge.
Bitácora del 29/4
Como les venía contando pudimos escapar de los guerreros resucitados del bosque lanzándonos a las aguas del arroyo cenagoso. Enseguida nos percatamos que habíamos salido de las brasas para caer en el fuego: adelante nos esperaban unos peligrosos rápidos que terminaban en una cascada de gran altura...
Apenas si pudimos sortear, trepados a nuestra improvisada balsa, las filosas rocas que amenazaban con cortarnos en pedazos, y nos preparamos para la caída. Luego de un vacío de casi quince metros, que pareció durar una eternidad, nos recibió una poza de agua turbia y asquerosa donde nos sumergimos casi hasta el fondo. Mis ojos contemplaron con horror ciento de esqueletos (afortunadamente sin vida) que parecían mirarnos a través de las cuencas vacías de sus ojos, gritarnos con sus mandíbulas desencajadas... Nadé a la superficie ajeno a los movimientos que comenzabas a producirse en el foso de la poza. Afortunadamente todos estaban vivos pero mientras nadábamos hacia la orilla un grito de dolor y miedo nos hizo recordar que estábamos en un lugar donde la maldad es dueña y señora. Era GÜnter, el más veterano del grupo, que estaba siendo atacado por unas extrañas criaturas bajo el agua. Al estar herido, sangrante, las criaturas lo eligieron a él como platillo del día. Enseguida fuimos en su ayuda braceando con desesperación mientras el hombre bravío intentaba defenderse golpeando el agua. Antes de llegar a él, desapareció de la superficie arrastrado violentamente hacia las profundidades. No pudimos alcanzarle..., fue la primer baja de nuestra expedición, y apenas si salvamos nuestra vida de estas asquerosas criaturas que se asemejaban a unas grandes larvas pero con grandes bocas plagadas de finos dientes, que se abalanzaron hacia nosotros con una voracidad asombrosa. Alcanzamos la orilla llenos de mordiscos y algunos trozos menos de nuestro cuerpo. Tirados exhaustos en la orilla comprobamos que nos encontrábamos en
el Embalse del Druida Tuerto, y los restos cercanos de una fogata aún humeante nos confirmaba la presencia de nuestra presa. Cerca de la fogata quedaban restos cocinados de las mismas criaturas que recién nos atacaran, y unos metros más allá la boca de una cueva daba cuenta de la morada del Sirennio que había costado ya la vida de demasiada gente, GÜnter entre ellas.
Todos los rastros dirigían hacia la cueva por lo que, con precaución, comenzamos a introducirnos en la cueva, no podíamos estar seguros de que nuestra presencia hubiera sido ya descubierta. No estaba dispuesto a perder otra vida en aquella misión... Nuestros pasos parecían dirigirnos al centro mismo de la tierra hasta que llegamos a una gran cámara pobremente iluminada por unas cuantas antorchas colocadas sobre las paredes. Antes de entrar a la cámara oteé en busca de peligro. Por supuesto que se sentía, se aspiraba el peligro por todos los poros, pero no se veía ninguna amenaza inminente cerca, tampoco ninguna señal del maldito Ar Con Nut. Entramos precavidos observando cada rincón, cada saliente.
-¡Bienvenido! Supongo que me buscan a mí... -sentimos exclamar desde lo alto. Allí sobre una terraza en la pared de roca, Ar Con Nut, se vanagloriaba de habernos sorprendido.
-¡Entrégate maldito! -grité. -No tienes ninguna posibilidad de escapar...
-¿Escapar? ¡Jajaja! -su risa y su seguridad consiguieron inquietarme. -Quizás deberían ustedes contemplar esa posibilidad. ¿Entregarme? ¡Jajajajua! Quizás deberían intentar capturarme... Pero dudo que ellos se lo permitan. -agregó señalando cientos de inmundos y sobrenaturales roedores, que quizás alguna vez fueran ratas pero que ya en nada se les parecían ahora.
De a borbotones emergían de las grietas que existían en la roca y nos fueron arrinconando contra una de las paredes de la gran cueva. En pocos segundo nos encontramos rodeados por estas criaturas y no podíamos movernos sin pisarlas.
-Nosotros distraeremos a las ratas, tú ve por el maldito -me susurró al oído uno de los Vigilakhan, y sin esperar mi respuesta se abalanzó junto a sus compañeros, corriendo sobre la masa informe.
Las ratas inmundas, sorprendidas, sólo atinaron a seguirlos, olvidándome por unos momentos, tiempo suficiente para desaparecer de allí. No me fue difícil encontrar el camino a la terraza de donde el vil Sirenniano venía bajando a la carrera en un vano intento por escapar. Ahí mismo lo paré en seco y desde el suelo, el miserable rogó clemencia.
-¡No pienso hacerte daño cobarde! Aunque no mereces ninguna consideración -le espeté mientras lo levantaba. Ahora sin la protección de sus ratas mutadas, temblaba como una hoja.
-¡No me pegues! ¡No me hagas daño! -lloriqueó.
-No soy yo quién te impartirá justicia, sinó tu propia gente. Serás llevado a Profundis donde serás juzgado.
-¡Noooo! ¡A profundis nooooo! ¡Me lanzarán al Remolino sin fin...! -exclamó aterrorizado.
-Condena que seguramente merezcas - Mientras suplicaba até sus manos detrás de su espalda y lo arrastré en busca de mis colegas.
No tuve que buscarlos mucho apenas dejé la escalera los vi venir corriendo con miles de criaturas pisándoles los talones.
-¡Aquí! -les grité. -¡Aférrense a mí!
Se abalanzaron sobre nosotros y en cuanto estuve seguro que todos estaban sobre mí, usé uno de mis poderes: la teletransportación, y dejamos el lugar desapareciendo en el acto. Mis poderes son limitados y hay un límite de peso para la teletransportación, y ya que eramos muchos (tres guerreros Vigilakhan + un sirenniano prófugo) no llegamos tan lejos aunque si lo suficiente como para poder abandonar el bosque oscuro. El resto fue fácil, encontrar nuestro transporte sin temor a que nos persigan miles de muciélagos, que nos ataquen guerreros resucitados u hordas de ratas mutadas. Entregamos a Ar Con Nut a los Lamaidán que querían interrogarlo y luego ellos se encargarían de entregarlo a las autoridades de profundis donde sera juzgado por alta traición universal. En cuanto a mí, ya tengo otra misión que cumplir y aunque el dolor por la pérdida del valiente de GÜnter aun ronde mi corazón y enturbie mi mente, no puedo parar, no hay tiempo para descansar, porque el mal jamás descansa...
Nos vemos pronto.
Así que, más tranquilo puedo seguir relatándoles lo que pasó en el Bosque Oscuro de Stonehenge.
Bitácora del 29/4
Como les venía contando pudimos escapar de los guerreros resucitados del bosque lanzándonos a las aguas del arroyo cenagoso. Enseguida nos percatamos que habíamos salido de las brasas para caer en el fuego: adelante nos esperaban unos peligrosos rápidos que terminaban en una cascada de gran altura...
Apenas si pudimos sortear, trepados a nuestra improvisada balsa, las filosas rocas que amenazaban con cortarnos en pedazos, y nos preparamos para la caída. Luego de un vacío de casi quince metros, que pareció durar una eternidad, nos recibió una poza de agua turbia y asquerosa donde nos sumergimos casi hasta el fondo. Mis ojos contemplaron con horror ciento de esqueletos (afortunadamente sin vida) que parecían mirarnos a través de las cuencas vacías de sus ojos, gritarnos con sus mandíbulas desencajadas... Nadé a la superficie ajeno a los movimientos que comenzabas a producirse en el foso de la poza. Afortunadamente todos estaban vivos pero mientras nadábamos hacia la orilla un grito de dolor y miedo nos hizo recordar que estábamos en un lugar donde la maldad es dueña y señora. Era GÜnter, el más veterano del grupo, que estaba siendo atacado por unas extrañas criaturas bajo el agua. Al estar herido, sangrante, las criaturas lo eligieron a él como platillo del día. Enseguida fuimos en su ayuda braceando con desesperación mientras el hombre bravío intentaba defenderse golpeando el agua. Antes de llegar a él, desapareció de la superficie arrastrado violentamente hacia las profundidades. No pudimos alcanzarle..., fue la primer baja de nuestra expedición, y apenas si salvamos nuestra vida de estas asquerosas criaturas que se asemejaban a unas grandes larvas pero con grandes bocas plagadas de finos dientes, que se abalanzaron hacia nosotros con una voracidad asombrosa. Alcanzamos la orilla llenos de mordiscos y algunos trozos menos de nuestro cuerpo. Tirados exhaustos en la orilla comprobamos que nos encontrábamos en
el Embalse del Druida Tuerto, y los restos cercanos de una fogata aún humeante nos confirmaba la presencia de nuestra presa. Cerca de la fogata quedaban restos cocinados de las mismas criaturas que recién nos atacaran, y unos metros más allá la boca de una cueva daba cuenta de la morada del Sirennio que había costado ya la vida de demasiada gente, GÜnter entre ellas.
Todos los rastros dirigían hacia la cueva por lo que, con precaución, comenzamos a introducirnos en la cueva, no podíamos estar seguros de que nuestra presencia hubiera sido ya descubierta. No estaba dispuesto a perder otra vida en aquella misión... Nuestros pasos parecían dirigirnos al centro mismo de la tierra hasta que llegamos a una gran cámara pobremente iluminada por unas cuantas antorchas colocadas sobre las paredes. Antes de entrar a la cámara oteé en busca de peligro. Por supuesto que se sentía, se aspiraba el peligro por todos los poros, pero no se veía ninguna amenaza inminente cerca, tampoco ninguna señal del maldito Ar Con Nut. Entramos precavidos observando cada rincón, cada saliente.
-¡Bienvenido! Supongo que me buscan a mí... -sentimos exclamar desde lo alto. Allí sobre una terraza en la pared de roca, Ar Con Nut, se vanagloriaba de habernos sorprendido.
-¡Entrégate maldito! -grité. -No tienes ninguna posibilidad de escapar...
-¿Escapar? ¡Jajaja! -su risa y su seguridad consiguieron inquietarme. -Quizás deberían ustedes contemplar esa posibilidad. ¿Entregarme? ¡Jajajajua! Quizás deberían intentar capturarme... Pero dudo que ellos se lo permitan. -agregó señalando cientos de inmundos y sobrenaturales roedores, que quizás alguna vez fueran ratas pero que ya en nada se les parecían ahora.
De a borbotones emergían de las grietas que existían en la roca y nos fueron arrinconando contra una de las paredes de la gran cueva. En pocos segundo nos encontramos rodeados por estas criaturas y no podíamos movernos sin pisarlas.
-Nosotros distraeremos a las ratas, tú ve por el maldito -me susurró al oído uno de los Vigilakhan, y sin esperar mi respuesta se abalanzó junto a sus compañeros, corriendo sobre la masa informe.
Las ratas inmundas, sorprendidas, sólo atinaron a seguirlos, olvidándome por unos momentos, tiempo suficiente para desaparecer de allí. No me fue difícil encontrar el camino a la terraza de donde el vil Sirenniano venía bajando a la carrera en un vano intento por escapar. Ahí mismo lo paré en seco y desde el suelo, el miserable rogó clemencia.
-¡No pienso hacerte daño cobarde! Aunque no mereces ninguna consideración -le espeté mientras lo levantaba. Ahora sin la protección de sus ratas mutadas, temblaba como una hoja.
-¡No me pegues! ¡No me hagas daño! -lloriqueó.
-No soy yo quién te impartirá justicia, sinó tu propia gente. Serás llevado a Profundis donde serás juzgado.
-¡Noooo! ¡A profundis nooooo! ¡Me lanzarán al Remolino sin fin...! -exclamó aterrorizado.
-Condena que seguramente merezcas - Mientras suplicaba até sus manos detrás de su espalda y lo arrastré en busca de mis colegas.
No tuve que buscarlos mucho apenas dejé la escalera los vi venir corriendo con miles de criaturas pisándoles los talones.
-¡Aquí! -les grité. -¡Aférrense a mí!
Se abalanzaron sobre nosotros y en cuanto estuve seguro que todos estaban sobre mí, usé uno de mis poderes: la teletransportación, y dejamos el lugar desapareciendo en el acto. Mis poderes son limitados y hay un límite de peso para la teletransportación, y ya que eramos muchos (tres guerreros Vigilakhan + un sirenniano prófugo) no llegamos tan lejos aunque si lo suficiente como para poder abandonar el bosque oscuro. El resto fue fácil, encontrar nuestro transporte sin temor a que nos persigan miles de muciélagos, que nos ataquen guerreros resucitados u hordas de ratas mutadas. Entregamos a Ar Con Nut a los Lamaidán que querían interrogarlo y luego ellos se encargarían de entregarlo a las autoridades de profundis donde sera juzgado por alta traición universal. En cuanto a mí, ya tengo otra misión que cumplir y aunque el dolor por la pérdida del valiente de GÜnter aun ronde mi corazón y enturbie mi mente, no puedo parar, no hay tiempo para descansar, porque el mal jamás descansa...
Nos vemos pronto.
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