Así como el fusible eléctrico de una casa, al quemarse funciona como una alarma avisando que alguna línea está sobrecargada o en cortocircuito evitando males peores, el miedo funciona en nuestra mente como una vocesita de alarma que nos advierte que algo fuera de lo normal está sucediendo o por suceder.
El miedo es necesario y está bien que lo sintamos, gracias a él seguramente es que hoy podamos disfrutar del estar vivos. Cuando venimos distraídos y vamos a cruzar una calle, se transforma en la campanita que nos llama la atención recordándonos de mirar a ambos lados antes de hacerlo. Es el cosquillero que evita que nos acerquemos demasiado al borde de un acantilado exponiendonos a caer al vacío, es la alarma natural que evita que nos pongamos en riesgos innecesarios... ¡El miedo es es un arma de sobrevivencia indispensable!
Pero el miedo puede también transformarse en algo nocivo, tóxico, en algo que nos puede hacer daño. Cuando esa campanita se transforma en una estridente sirena, bloqueando nuestra capacidad de dicernir, de reaccionar puede exponernos a ese peligro del cual intentaba protegernos. Cuando dejamos que el miedo nos domine paralizándonos en el piso o provocando una huida desaforada y sin los recaudos necesarios, puede empujarnos a un riesgo mayor o evitar que tomemos las medidas, que de otra forma sí tomaríamos, para protegernos o resguardarnos.
El miedo no se limita sólo a lo físico. No sentimos miedo sólo a tirarnos en paracaídas de una avioneta a 2.000 pies de altura, o a la posibilidad de que haya un monstruo deforme debajo de nuestra cama, también se refiere a lo emocional. También se siente miedo a no encajar en un grupo, a ser rechazados, o no ser tomados en cuenta, al fracaso, a lo desconicido, al cambio, a tomar riesgos, a tomar decisiones, a la confrontación, incluso al éxito, etc, etc. Y cuando ese miedo se vuelve tóxico nos puede perjudicar en nuestra vida social, volviéndonos huraños y solitarios cuando en realidad no sabemos si nos han rechazado o no porque el miedo nos impide hacer siquiera el intento de encajar. De esa forma impide que nos relacionemos normalmente con otra gente, con nuestros compañeros de estudios, que intercambiemos experiencias de vida que segúramente nos enriquecerán y mucho. Nos puede impedir también mejorar en nuestra vida profesional al evitar tomar riesgos o decisiones importantes en el momento justo, y puede ser un problema hasta en nuestra vida sentimental...
La clave está entonces en permitirnos sentir el miedo reconociéndolo como algo positivo pero manteniéndolo controlado y evitando que se apodere de nuestra voluntad. Pero, ¿es posible controlarlo? Totalmente, no existe desafío personal que no podamos alcanzar con nuestros propios medios. Tenemos que tener conciencia y convencimiento que la vida no nos va a presentar un desafío mayor a nuestras posibilidades. Entonces si reconocemos que nuestro miedo cuando se desata suele tomar el control, ya estamos dando el primer paso para vencerlo, luego sólo hay que reeducarlo y les puedo asegurar que es posible, pero está en cada uno intentarlo.
A veces se contrapone la valentía al miedo cuando en realidad van de la mano. ¿A quién no le gusta decir que es valiente y osado? Pero no se puede ser valiente sin haber sentido antes el miedo. Aquel que no conoce el miedo no es valiente sinó un inconsciente.
"Valiente es aquel que sintiendo miedo, lo enfrenta, lo domina y lo usa en su favor para lograr sus objetivos"
Me interesa mucho tu opinión sobre el tema, no dejes de hacer tu comentario, gracias.
Un abrazo a todos, Billven.
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